viernes, 9 de noviembre de 2012

MUSICA NACIONALISTA



Los compositores pertenecientes al movimiento conocido como nacionalismo incorporaron en sus obras elementos rítmicos y melódicos del folclor.


El primer paso fue dado en Rusia, donde Mijail Glinka abrió esta tendencia con la ópera "Una vida por el zar" (1836), modelo a seguir por sus sucesores, de especial manera Modest Musorgski, un maestro de novedosos conceptos armónicos y gran habilidad descriptiva. Su mayor creación fue la ópera "Boris Godunov".


Junto con los anteriores figura Nikolai Rimski-Korsakov, quien formó con ellos, con excepción de Glinka, parte del llamado "Grupo de los Cinco". Su legado más notorio está en los arreglos orquestales, como "Capricho español" y "Scherezade".


El nacionalismo en España fue representado más que nada por dos maestros del piano: Isaac Albéniz y Enrique Granados. El primero es autor, entre otras obras, de la Suite Iberia. Granados, más refinado y cercano a lo clásico, aportó con las Goyescas y las Escenas poéticas.


En la zona escandinava fue el noruego Edvard Grieg el primer compositor propiamente nacionalista. Su maestría le impulsó a escribir obras como las dos suites de Peer Gynt.


En el caso de la República Checa, sus dos autores más notables fueron: Bedrich Smetana y Anton Dvorák. El primero obtuvo su fama con una serie de seis poemas sinfónicos que se titularon Ma vlast (Mi patria).


Anton Dvorák fue heredero de Smetana y un símbolo musical de la tradición eslava.


Como sinfonista, sus creaciones son consideradas un modelo y una muestra de la trascendencia y fluidez que había alcanzado la música orquestal al final del siglo XIX. Un ejemplo es su "Sinfonía núm. 9, Del nuevo mundo, op. 95".

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